EDITORIAL | Autor: Redacción | 25-09-2019
Otras disquisiciones surrelistas
La realidad argentina es como una obra surrealista que atraviesa la historia entre relatos costumbristas, éxitos televisivos y disquisiciones intelectualizadas. Somos el nuevo Hamlet que duda ante las elecciones inminentes. Inmersos en una polÃtica desquiciante, aturdidos por noticias amarillistas, quedan ocultas las voces racionales y buceamos en un mar de fondo para alcanzar nuestra verdad.
"La Biblia y el calefón", es una frase inmortalizada por Santos Discépolo en 1935, en su tango "Cambalache" (...ves llorar la Biblia/ junto a un calefón).
La letra que compuso Discépolo quedó inmortalizada en el tango y cobró nueva vida en el formato televisivo del gran Jorge Ginzburg.
Esta imagen surrealista de colocar la biblia junto al calefón tiene su relato en antiguas crónicas de color local que se relacionan con hábitos de otros tiempos en el que la higiene no contaba con la variedad de recursos que hoy conocemos como el papel higiénico en el baño. En aquellas épocas, se echaba mano a cualquier papel que sirviera para fines de higiene.
Como el papel higiénico tardó en obtener su carta de ciudadanía y era un bien preciado bastante caro, muchos recurrían a sustitutos como el papel de las manzanas o el llamado papel biblia, fino y delgado.
Cuentan algunos que, desde esa época, la Sociedad Bíblica, una de cuyas misiones era la de difundir la Biblia protestante, regalaba ejemplares del sagrado libro y no siempre los que las aceptaban eran devotos fieles. Uno de sus usos era perforar el sagrado libro con un gancho de alambre que se colgaba cerca del retrete para arrancar las suaves hojas y usarlas como papel higiénico.
Otro acto surrealista era el anuncio a viva voz “agua va” que precedía el momento en el que se arrojaba por la ventana el contenido de las bacinillas que se usaban como baño. Porque en esa época no todos disponían de baños equipados como hoy conocemos y eran de uso corriente estas pelelas.
Como un acto catártico de limpieza, aún hoy quisiéramos, de manera surrealista, arrojar por las ventanas los desechos turbios. Pero, como somos producto de nuestra sociedad y de los usos y costumbres actuales, sugiero hacer catarsis con humor, limpiar nuestro espíritu ya que el intelecto está sumergido en historias cercanas de corrupción, falta de compromiso cívico y empatía hacia el otro.
En épocas electorales, quedamos inmersos en la diatriba de la Argentina que fue, la que quiso ser, y la que es. Un combo surrealista que supera el concepto de arte del mismo Dalí y los artistas de su época. Estamos viviendo un tiempo onírico y permanecemos adormecidos entre relatos que ya no son ni shakespereanos ni calderonianos. Nos quedamos sin héroes inmortales que superen el relato. Nuestros referentes están manchados con el estigma de políticos inescrupulosos que gobernaron bajo la premisa de “sálvese quien pueda”.
Como en el monólogo del príncipe Hamlet que expresa sus dudas, nosotros los ciudadanos de a pie, intentamos discernir entre lo correcto y lo incorrecto. ¿En quién creemos? Dormimos o soñamos cuando pensamos en una Argentina justa con posibilidades para todos.
Nos acechan imágenes del relato y nos aplasta la realidad circundante. Somos producto del conflicto interior y el tiempo marca el fin de una Argentina que se enfrenta a la continuidad del modelo sin respuestas concretas y a la posibilidad de un modelo mejorado en manos de los mismos.
Como el príncipe que se enfrenta a un dilema terrible que atraviesa toda la obra, nos preguntamos ¿cuál es el sentido y el propósito de vivir soportando los amargos golpes de la fortuna?
A días de las elecciones, nos persiguen los fantasmas de príncipes sin corona y herederos al trono con las manos manchadas de sangre. Pero, a la hora de elegir, las historias literales y metafóricas enturbian el intelecto poniendo de manifiesto grietas que nos colocan entre el ser y el deber ser. Con una sociedad que levanta las calaveras de los sobrevivientes nos enfilamos hacia las urnas escuchando promesas de transformación social a partir de poner en marcha los procesos productivos que generen genuino trabajo. Esperanza en un futuro mejor, ilusión de políticos con vocación.
Pero para no seguir con la diatriba, mejor escuchá el tango y decime qué pensás.
Acá va la letra de Discépolo, en la versión de Roberto Goyeneche con el maestro Astor Piazzolla y su quinteto.
Una Antología del Tango en su ábum "Las Leyendas", con licencia cedida a YouTube por SME (en nombre de RCA Records Label); LatinAutor, UNIAO BRASILEIRA DE EDITORAS DE MUSICA - UBEM, BMI - Broadcast Music Inc., PEDL, Abramus Digital, Warner Chappell, LatinAutor - Warner Chappell y 8 sociedades de derechos musicales
El mundo fue y seáa una porquería, ya lo sé
En el quinientos seis y en el dos mil también
Que siempre ha habido chorros
maquiávelos y estafáos
Contentos y amargaos, valores y dublé
Pero que el siglo veinte es un despliegue
De maldá insolente ya no hay quien lo niegue
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en el mismo lodo todos manoseaos
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
Ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador
¡Todo es igual, nada es mejor
Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón
Los inmorales nos han igualao
Si uno vive en la impostura
Y otro roba en su ambición
Da lo mismo que sea cura
Colchonero, rey de bastos
Caradura o polizón
¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!
Mezclaos con Stavisky van Don Bosco y la Mignon
la Tatcher y Napoleón, Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezclao la vida
Y herida por un sable sin remache
Ves llorar la biblia contra un bandoneón
Siglo veinte, cambalache, problemático y febril
El que no llora no mama y el que no afana es un gil
¡Dale nomás, dale que va
Que allá en el horno nos vamo a encontrar!
¡No pienses más, sentate a un lao
Que a nadie importa si naciste honrao!
Es lo mismo el que trabaja
Noche y día como un buey
Que el que vive de los otros
Que el que mata o el que cura
O está fuera de la ley
Ilustración cortesía de La Gazeta Federal