El PaÃÂs | Autor: Redacción | 25-05-2018
Cuidar la vida de punta a punta es querer ser Nación
Tedeum 25 de mayo
El presidente con una comitiva del gobierno asistieron al Tedeum de la Catedral metropolitana presidido por el Cardenal Poli para celebrar los 208 años de nuestro camino como Nación libre y soberana.
Macri acudió a la catedral porteña acompañado de la primera dama, Juliana Awada, y miembros de su gabinete, además de la vicepresidenta Gabriela Michetti y el jefe gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, el secretario de Culto de la Nación, Santiago de Estrada, el subsecretario del área, Alfredo Abriani, entre otros.
Asimismo, participaron representantes cristianos, ortodoxos, judíos, budistas y musulmanes.
Antes del tedeum, Macri y el primado argentino dejaron una ofrenda floral en el mausoleo del templo, donde se encuentran los restos del General José de San Martín, y rindieron honores a “todos los próceres de la Patria”.
El cardenal Poli invitó al Presidente y a los representantes de los credos a rezar la Oración por la Patria, escrita por los obispos en plena crisis de 2001, y el padrenuestro, y luego se entonó el Himno Nacional.
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, apeló a una cita del papa Francisco en la última exhortación apostólica Gaudete et exsultate para exhortar a defender las dos vidas, al presidir el tedeum por el 25 de Mayo en la catedral metropolitana.
Ante el presidente Mauricio Macri y otras autoridades, el primado argentino afirmó que “cuidar la vida de punta a punta es querer ser Nación” y recordó que “en la Argentina bicentenaria no sobra nadie, todos somos necesarios e importantes, por lo que ninguna persona debe ser excluida de la fiesta de la vida, hasta el más humilde y olvidado de la patria profunda”.
El purpurado porteño citó entonces el magisterio del papa Francisco, quien en su última exhortación anima a que “la defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo”.
“Si hoy celebramos el aniversario de la Revolución de Mayo es porque en la trama de nuestra histórica, nuestros próceres y el mismo pueblo nos demostraron que Dios Padre acompañó el camino, tanto en los momento de gloria como el que conmemoramos. Pero también en los tiempos de crisis y desencuentros entre los argentinos”.
“En la historia no dominan las fuerzas económicas sino las espirituales, adhiero a ese pensamiento, de no ser así nos costará mucho explicar cómo durante más de 200 años nuestro pueblo atravesó, con paciencia y virtud laboriosa, los momentos oscuros, viviendo, conviviendo, y no pocas veces sobreviviendo a períodos de confusión, a la carencia de medios básicos y al flagelo de la desocupación, dando lugar a los inhumanos y humillantes rostros de la indigencia, paradójicamente en una tierra rica en recursos naturales”.
“Este pueblo que lo toleró todo sin perder la esperanza de un mañana mejor, confiando en una justicia distributiva largamente esperada”.
“Su lección nos alienta a pensar que nuestra Nación siempre tiene destino, nuestra historia nos enseña que hay un Dios que nos acompaña en el camino y no nos abandona, por eso siempre habrá futuro para la Argentina si confiamos en Él y si también si levantamos la barrera de la desconfianza entre nosotros, para que toda iniciativa para promover el bienestar general de los ciudadanos, la emprendamos, al decir de San Ignacio de Loyola: como si todo dependiera de nosotros sabiendo que en realidad todo depende de Dios”.
“Los cambios sociales y culturales se dan en procesos que demandan tiempo, que nos trascienden, se extienden más allá de los períodos de un gobierno, y superan a generaciones. Debemos desconfiar de los logros instantáneos y las recetas prometeicas. Si algo hemos aprendido de nuestro derrotero, debemos acostumbrarnos a decir: Si comenzamos hoy, dentro de diez, quince o veinte años se verán los frutos. El tiempo lo podemos someter, pero sí está en nuestras manos perseverar unidos en los objetivos por el bien común. Mientras dura ese proceso, el primer deber del Estado es cuidar la vida de sus habitantes, especialmente de los débiles, los pequeños, los pobres y marginados, los enfermos y los ancianos abandonados, porque son los más pobres de los pobres”.
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