EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 31-08-2017
Sin red
El paÃs del no me acuerdo
En este paÃs del no me acuerdo, vivir sin red se ha hecho una costumbre cotidiana. Desde mediocres directivos de escuela que luchan por administrar la miseria y el confort de la seguridad de un empleado público, aunque haya excepcionales casos honorables, hasta ejecutivos con sueldos más altos que los CEOs de Europa, nuestro paÃs se debate entre las zonceras del ayer y la levedad del ser. Paso a paso, generaciones de argentinos que nacimos a contramano nos hemos encargado de desestabilizar un paÃs que, de por sÃ, nunca fue muy estable. El resultado de las PASO, el caso Maldonado, Nisman, López y los bolsos, Cristina, los Panamá Papers, son una dósis homeopática de lo que somos.
Veamos antes que nada la definición de la palabra según la particular visión de Jauretche: “Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia – y en dosis para adultos – con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido”.
Lo que aprendimos de Jauretche
La gran mayoría de las zonceras tienen un prócer sobre cuya autoridad se sustenta, por eso podríamos decir que están ligadas al apartado anterior donde nos referimos a la historia oficial y al intento de desnudar sus mentiras mediante el revisionismo histórico. Las zonceras son repetidas por todos sin que nos pongamos a pensar por un momento sobre la validez de las mismas. Ni bien se analiza la zoncera se puede verificar su falsedad, pero muchas veces lo obvio pasa desapercibido.
La fuerza de la zoncera no radica en su argumentación, por lo general se prescinde de ella, al actuar de manera dogmática, se la trata como un axioma, su eficacia radica en que no haya discusión “porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera deja de ser zonzo”. Por eso descubrir las zonceras que llevamos adentro es un acto de liberación, es algo similar a confesarse o ir al psicoanalista, pero donde uno mismo es su confesor o psicoanalista.
Aquellos que difunden la pedagogía colonialista no son zonzos congénitos, incluso están aquellos que en realidad son muy “vivos” en tanto se benefician de esas zonceras, pero otros no son mal intencionados, pero aún cuando la zoncera muestra su falsedad ante sus ojos prefieren no enterarse o niegan la realidad, se trata de un mecanismo de defensa porque si la zoncera se derrumba con ella caen las cosas aprendidas e incluso puede perderse el prestigio obtenido.
En fin, con zonceras o sin ellas, con argentinos o con extraterrestres como los de la serie vintage de "Los invasores", nuestra sociedad pendula desde lo absurdo a lo corrupto, sin término medio. Y así seguimos, sin red, un rato más.