EDITORIAL | Autor: redacción | 12-10-2017
El bigote coimero
Pasillo
"Caminando los pasillos municipales me topé con el bigote coimero, ese periodista que cobra por callar más de lo que cobra por decir", nos dijo un viejo dirigente que supo estar en el ojo de la crÃtica de aquel. El "bigote coimero" es uno de esos que se hace el duro por el medio que sale (radio, escrito, internet) pero que va a buscar el cheque de algún supermercado o de pauta oficial todos los meses, con sonrisas de lacayo. Asà las cosas, entre la explicación de lo inexplicable, la ciudad se llenó de mugre en forma de caracteres, con mejor o peor estilo. Vendido a las necesidades menos románticas, deambula, como una sombra, por los rincones. También, por que no, por el Coloquio de Idea. Sólo que allà no pasó del primer control.
Más talentoso (y menos coimero) Emmanuele Carrére
Un hombre se afeita el bigote que lleva años luciendo. Lo hace en secreto, para darle una sorpresa a su mujer. Pero cuando aparece ante ella con su nueva imagen, la esposa no reacciona. No parece ver en esa cara con que lleva años conviviendo cambio alguno. No parece percatarse de que su marido se ha afeitado. Es más, cuando éste le muestra su perplejidad ante la falta de reacción, ella le asegura que él nunca ha llevado bigote. Un gesto en principio sin mucha trascendencia –afeitarse el bigote– se convierte en el punto de partida de una pesadilla kafkiana para el protagonista de esta novela. ¿Es víctima de un juego, de una broma de su entorno más próximo? ¿Se ha vuelto loco y realmente nunca llevó bigote? ¿El mundo se ha confabulado contra él para ponerlo a prueba? ¿Afeitarse el bigote puede lanzarlo a uno al abismo? Escrita con un humor negro siempre inquietante, esta novela breve de Emmanuel Carrère –que el propio autor llevó al cine en una película protagonizada por Vincent Lindon– nos muestra un maelstrom que no está en medio del océano sino en la cotidianidad de una ciudad, pero que succiona con la misma fuerza al protagonista. Y lo conduce hasta el apoteósico y espeluznante final de este libro que deja huella. Porque queda avisado el lector: no podrá sacárselo de la cabeza una vez terminado.
Adivinanza
Los lectores más genuinos del portal ya saben el nombre y apellido. Los políticos más viejos también. Los nuevitos lo desconoces, pero en la intrascendencia de la coima barata, no han llegado a apreciar la pluma grandilocuente de nacionalista recalcitrante.
Expulsado por propios y ajenos, con una deuda de vela a cada santo. En la agonía de la mediocridad bien entendida, esa que pesa y lamenta, transcurren los últimos días (tal vez años) del no ilustre periodista.
Justo el día en que transformarse parecía ser la clave.