EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 09-06-2018
Parálisis
El dÃa que apagaron la luz
Existe un estado de quietud que se asemeja al reposo del estertor final. Es época del mundial, hito que cada cuatro años nos lleva a etapas de parálisis subcutánea en una sociedad inmadura. Volvemos sobre nuestras huellas y recordamos episodios similares de 1978, 1982, 1986 y hasta nuestro cercano 2014 ¿Cómo olvidar aquel junio - julio de 2002 cuando estábamos hiper devaluados y nos volvimos en primera ronda a casa? Si de recuerdos se trata, ¿Cómo olvidar los penales atajados por el Goyco, en Italia ´90, cuando nos chorearon la final con los alemanes merced al mexicano corrupto Codesal? La mente se va por otros lados mientras el recuerdo de la felicidad es eso: un recuerdo. La vida tal vez haya discurrido por un canal distinto mientras la remembranza trae hechos que tal vez nunca existieron. Es el dolor de lo que ya no se tiene y la escasa esperanza de volver, algún dÃa, a levantar la copa que nunca debimos dejar ir.
La copa es una foto en Instagram. Son los alemanes sonriendo de felicidad. Es Toni Kroos haciendo un cantito racista en una tribuna, para después negar el hecho "Es rídiculo que nos reprochen el baile del gaucho" dijo aquella vez. Es que negarnos es, en cierta forma, reconocernos. Dedicarnos tanta algarabía nos eleva a un lugar de importancia que nosotros mismos dudamos tener. Es como la foto sonriente de la ex novia, dedicada implícitamente: "Para vos, gil, que la mirás por FB".
Lo bueno del dolor es que nos permite saber que el corazón sigue ahí. El dolor duele, la copa es alemana y el 7 a 1 que se comió Brasil, en aquella semifinal con los teutones, también queda desdibujado. Somos segundos en algo que merecemos ser primero y carecemos de capacidad de adaptación: no nacimos para el puesto número dos, ni nos enseñaron como celebrarlo.
Así las cosas, el país quedará paralizado, una vez más. El Macri team aprovechará la época para cocinarnos un poco a fuego lento, como lo hizo en su momento Cristina, Néstor, Menem y el mismísimo Alfonsín, durante la época del mundial. Remitirnos a la atrocidad del ´78 ya sería denigrante: ríos de tinta y sangre se escribieron sobre aquella época.
Así que si una de estas noches, volviendo de alguna cervecería de las que sobrepueblan la ciudad, tal vez se nos ocurra pensar en nada y soltar una lágrima. A lo mejor responda al sabor de lo perdido, la nostalgia de lo ganado, allá lejos, el dolor de ya no ser, o la secreta esperanza de que aún después de todo esto, y con un Director Técnico de la selección cuasi demente, tal vez alcohólico y presuntamente acosador, pero con el mejor del mundo en nuestras filas, algo grandioso pueda suceder.