EDITORIAL | Autor: redacción | 23-07-2018
Ser grandes
Independiente
La miseria humana no reconoce lÃmites. Independiente goleó 8 a 0 a Central Ballester, el humilde equipo de la Primera D que, a la sazón, le tocó como rival en 32 avos de la Copa Argentina. Mucho se habló de este resultado y el debate se instaló en las redes sociales: de un lado, los que pidieron que no hacÃa falta llegar a tantos goles frente un equipo totalmente amateur; y del otro, los que sostienen que la mejor manera de mostrarle respeto al rival es jugando el partido "en serio". Ahora, dejar a los pibes esperando como mendigos para intercambiar la camiseta después del partido, es un gesto cobarde e indigno de un equipo de primera, claro que de "esa materia" nuestro fútbol no aprobó ningún parcial y, mucho menos, la cursada.
Por otro lado todos elogian al capitán y uno de los máximos referentes del conjunto "millonario", quién salió del vestuario para intercambiar indumentaria, firmar autógrafos y sacarse fotos con los futbolistas del cuadro salteño, que esperaban en la puerta, luego de comerse siete pepinos en la goleada de River por 7 a 0 a Central Norte. En el partido de Independiente del sábado, lo que disparó la verdadera polémica fue una actitud tomada por el equipo de Avellaneda tras el partido y que involucró de manera directa a su rival de turno. Una vez finalizado el encuentro, los futbolistas de Central Ballester aguardaron por el cambio de indumentaria (camisetas, pantalones, etc). Aunque esto no ocurrió, y es llamativo ya que es una práctica habitual en los clubes, lo que indignó en el cuadro "canalla" fue ver a sus jóvenes jugadores esperando en la puerta del vestuario del "Rojo" sin recibir respuesta. La imagen se viralizó y produjo rechazo.
La actitud de Ponzio, similar a la de River en instancias pasadas para con sus rivales (llegó a invitar a la cena post partido al equipo de Atlas, de la Primera D), se suma a otros gestos solidarios del futbolista.
Sería bueno que los gestos de buena persona dejasen de ser hechos aislados y se convirtieran en una práctica institucional. Claro que las instituciones argentinas, hechas de personas, están en crisis, tal como la mayoría de los argentinos.