EDITORIAL | Autor: redacción | 12-03-2019
Un chorro entre nosotros
La historia de los palos en la rueda
El Intendente Arroyo dijo que le ponÃan "palos en la rueda" cuando se refirió a la medida cautelar que obligaba al municipio a seguir pagando el Código 59 a los docentes. Esto ya no resiste interpretación polÃtica porque está judicializado y perdido; de hecho, en estas horas se está apelando la medida para dilatar su cumplimiento. El razonamiento de Arroyo es similar al de un ladrón que al ser atrapado por la policÃa le dijese que le ponen palos en la rueda a su desarrollo económico y profesional. Asà las cosas ¿Cuál es la diferencia entre un estafador y un gobernante que miente, incumple sus promesas de campaña y toma medidas totalmente distintas a las que anunciara antes de ejercer la función?
El tema de las palabras, en esta necrológica argentina, acostumbrada a que muera gente para terminar conflictos (recordar el caso de Cabezas, Yabrán, Nissman, Favaloro, Facundo Quiroga, Lavalle, Dorrego y la mismísima Natacha Jaitt) parece ser un problema serio. Utilizar la palabra "reprimir" parece ser un pecado políticamente imperdonable. Pero robar, aparentemente, no lo es. Malversar fondos municipales y colocarlos a plazo fijo parece ser un derecho consagrado de quien nos gobierna. Incluso el derecho a elegir el banco con el que va a desarrollar una acción de gobierno ilícita y por la que dicha entidad cobrará comisiones.
Cuando por estos días, el presidente del HCD, enemistado con su ex amigo el intendente, sale a denunciar a cuatro vivillos, recibe como respuesta de uno de esos cuatro el gasto excesivo de la comuna en asesores del presidente de dicho órgano. A esto se lo llama efecto boomerang: todos manchados, cuando uno señala prende el tiramerdis y se salpica, incluso a sí mismo.
Cuando el Secretario de Hacienda, a expensas del Intendente, y del Secretario de Educación, le reducen de forma ilegal el sueldo a un grupo de trabajadores y con el remanente hacen otra cosa que lo que originariamente estaba previsto en el destino de esos fondos, se comete un delito. Y quienes comenten los delitos son delincuentes. Si roban son ladrones y en términos coloquiales los llamamos chorros.
En Mar del Plata, en el gobierno, hay al menos un chorro entre nosotros.