EDITORIAL | Autor: Redacción | 10-04-2019
La delgada línea entre los buenos y los malos
De víctima a victimario
La sociedad argentina está enferma. Y no es verdad de perogrullo. Desde “Un día de furia” protagonizada por Michael Douglas a “Relatos salvajes” queda expuesto que cualquier persona puede pasar esa delgada línea entre el bien y el mal.
Mirando “Blacklist”, uno de los personajes afirma que es difícil diferenciar esa línea entre el bien y el mal y a pesar de estar del bando de los buenos, la vida pone pruebas difíciles de sortear.
Como la literatura se nutre de la realidad y su elemento indispensable es la verosimilitud, muchas veces la realidad supera la ficción.
Y no es una perogrullada más, porque si bien las conductas del hombre son globales, en la encendida vida cotidiana que llevamos, una pequeña chispa puede encontrar el campo propicio para encender la llama.
Cualquier escena cotidiana sirve como caso testigo. Cada esquina es una escena reciclada de malevos y cuchilleros. Todos perdemos de vista quién enciende la mecha y olvidamos ese consejo tan familiar de que hoy en día “no se sabe en dónde terminan las cosas”.
Porque nada más indignante que recibir una puteada gratuita, sobredimensionada en el contexto de una pequeña falta que puede ser cruzar distraído, acelerar más de lo debido al conducir, no respetar la senda peatonal, solo por mencionar casos sencillos. Pero lo más indignante es ver que ese improperio es seguido por un acto de cobardía que es no darle tiempo al sorprendido agredido de poder hacer un descargo.
Pero, las cosas pasan, como en el cuento de Gabriel García Márquez, “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, como en “Crónica de una muerte anunciada”, tanto va el cántaro a la fuente que al final…
Y, para no hacerla tan larga, qué pasa con los argentinos que miramos por TV el video de la pelea de Villa Urquiza. Un caso común, un auto te encierra, lo puteás, seguís, y comienza un día de furia. Pero, el incidente tiene un origen, una sociedad que resuelve todo violentamente pero no se hace cargo de ello.
¿Cómo puede terminar un incidente de tráfico en una agresión brutal que pone en juego la vida de las personas? ¿Cómo puede ser que los argentinos creamos que insultar a otro no es un acto de violencia y no trae consecuencias?
Es hora de poner el freno y observar en el otro las conductas que toda una sociedad tiene en común. Para muchos la catarsis será en el entorno privado, una introspección reflexiva que nos lleve a intentar cambiar de hábitos, algunos hilvanarán que la violencia es tanto de palabra o de hecho.
Los protagonistas de este caso, la tienen más difícil, abogados de por medio, denuncia policial, causa abierta y proceso legal. Como en los divorcios, todos pierden.
Los argentinos “somos derechos y humanos”, ponele.