EDITORIAL | Autor: Lic. Mirtha Cáffaro | 26-07-2019
A veces la vida es cuestión de fe
En tiempos electorales
Con los años uno se puede volver más escéptico. Se tiene esa sensación de que ya se está de vuelta de todo. Pero vivimos en un mundo en permanente cambio. Y eso no es ninguna novedad porque ya lo dijo Heráclito, todo está en permanente cambio.
Heráclito atribuye realidad a lo concreto, múltiple y cambiante, es decir, a un Universo formado por contrarios en perpetua oposición, a lo que el logos o razón, conduce a una síntesis armónica. Existe devenir porque hay tensiones entre contrarios y la realidad es la unidad de los opuestos.
La vida siempre tiene esa propiedad de sorprender y dejar al más escéptico sin palabras. Aunque eso no es lo mío. Las palabras revolotean siempre en mi mente en un torbellino de ideas. Si bien tengo conciencia de que las ideas sin voluntad y sin un plan no llevan a ningún lado, son el leit motiv de mi vida. Cuando me siento cómoda, las palabras fluyen de mi boca a corazón abierto. Creo que en muchas oportunidades puedo cansar porque hasta yo misma me agoto, en algún momento, al escucharme.
Las palabras suelen ser una trampa. Porque como dice el refrán, “por la boca muere el pez”.
Este refrán marinero se refiere a las personas que dicen las cosas sin pensar, que hablan de la manera exagerada y desconcentrada.
La metáfora consiste en el peligro a abrir la boca, es decir, tanto el pez, que abre la boca cuando ve el anzuelo al que se engancha, como la persona, que abre la boca para hablar demasiado y así se pone en ridículo y son víctimas de su propia estupidez.
Pero, en realidad, creo que la palabra es la herramienta más poderosa que tenemos. Por eso es tan importante hablar como callar. Porque, en la mayoría de las ocasiones, no es lo que decimos lo que molesta sino cómo lo decimos. Y, en general, lo que decimos dista mucho de lo que queremos decir.
Para poner las cosas en claro, según el filósofo griego, el ser entendido como logos es la Inteligencia que dirige, ordena y da armonía al devenir de los cambios que se producen en la guerra que es la existencia misma. Se trata de una inteligencia sustancial, presente en todas las cosas.
A Heráclito le sucede Parménides, analizando la idea misma del devenir, del fluir y cambiar de las cosas, encuentra que la idea de Heráclito presenta una contradicción lógica: el Ser deja de Ser lo que Es, para Ser otra cosa.
Parménides dice entonces que la filosofía de Heráclito es absurda, e irracional y se dedica a cambiar el pensamiento metafísico en una dirección que aún hoy se mantiene, descubriendo el principio de identidad.
Cada cosa es igual a sí misma, el Ser no puede ser igual al no Ser, el Ser Es, el no Ser no es.
Así de intrincada es la política, el arte de vivir en sociedad. Necesita tanto de la dialéctica como del equilibrio entre los opuestos. Es en el devenir de las cosas en donde se generan los cambios para corregir el rumbo.
En tiempos electorales, la palabra tendría que ser el leit motiv de los políticos, pero en tiempos virtuales, la imagen está sobrevalorada y todos apuestan al relato que provoque empatía.
El arte de la política depende de la decisión de los políticos en dejar de lado sus intereses particulares para velar por los de todo el pueblo.
Así estamos, el futuro se convierte en una cuestión de fe. La realidad indica, que el futuro depende de la capacidad de análisis y reflexión. Ese proceso de interpretar la realidad para implementar un proyecto sustentable para todos.
La Argentina vive sumergida en diagnósticos que todos podemos dar, pero pocos pueden revertir en el futuro próximo. Más allá de los discursos quedan las palabras. Pero, sin dudas, las palabras solo tendrán sentido si las voluntades se unen para generar cambios culturales que pongan como prioridad el bienestar, las posibilidades reales y el compromiso de trabajar mancomunadamente tras el bien común.
La vida es cuestión de fe. Y yo creo que el desafío bien vale la pena.