EDITORIAL | Autor: Redacción | 20-04-2020
Un Covid a la Argentina
ADN Nacional
El virus es mutante. Todos lo sabemos, pero nos cuesta aceptar que ya tiene un gen argentino. Es un virus perezoso y creativo, egoísta, dañino. Los gauchos de estas pampas lo domesticamos en el primer mes, como aquellos potros salvajes que en un rato quedan mansos, después de montarlos y “rigorearlos”. Acá le dimos cuartentrucha (cuarentena trucha), aislamiento social autoreglamentado, y ahora sexo virtual pero en carne y hueso. O sea, le cambiamos el nombre a las cosas o hacemos cosas que se llaman de una forma pero las agiornamos con nuestro razonamiento egoísta y personal, para luego justificarlo desde la globalidad del ser nacional.
Ejemplos de cuarentrucha nos sobran. Repasemos algunos:
• La Panamericana desbordada en días domingos de cuarentena decretada, todos tenían urgencias.
• Largas filas, de kilómetros, de autos para entrar a Monte Hermoso
• Excusas inverosímiles de propietarios de casas y departamentos en Pinamar y la Costa para ir a acuarentenarse por allí.
• El profesor de gimnasia golpeador del vigilante que le ponía los puntos
• El nieto cheto y piola que contagió a más de 20 en una fiesta de quince y mató al abuelito
• La chica fit que porque le prohibieron correr corre 80 veces la cuadra de su casa, porque 80 por 100 le da sus 8 km diarios de entrenamiento.
• El paseador eterno de perros
• El que va a comprar un kilo de papas de a una
• El premio mayor: el Gobierno, que manda a cientos de miles de jubilados, todos juntos, a hacer filas en las puertas de los bancos para cobrar
Si bien esta lista no es taxativa, es al menos ilustrativa de que gracias a nuestra creatividad hemos consternado al virus COVID 19. El tipo está como loco, no entiende nada. En sus reflexiones diarias se pregunta ¿Los argentinos son o se hacen? Y como Hamlet, no encuentra la respuesta. Por cierto, en Inglaterra, tampoco, pero allá más de diez mil muertos no parecen ser cosa importante.
Tan pronto los datos, maquillados, nos comienzan a dar bien, como cuando teníamos menos pobreza que Alemania, allá por 2014, la horda de argentinos acuarentenados salen de sus madrigueras a la calle pidiendo libertad. Los mismos que ponen excusas de seguridad personal para no asistir a su trabajo, y solicitan teletrabajo eterno, improductivo, y sin control, salen a la calle con esos argumentos pero a la inversa. Y luego se quejan (nos quejamos) de que la policía no controla ni sanciona a los que incumplen la cuarentena. Y los progres, desde la Universidad pública zurdita, se quejan de que el ejército y la policía colaboran “porque ellos solo saben reprimir”, y enarbolan el discurso de la supuesta libertad mientras el estado les gira el sueldo de docente igual a su casa, aunque no hayan trabajado ni dos horas en el mes. ¡Objeción: dieron una video conferencia de 40 minutos la semana pasada!
Barbijo, alcohol, cuarentena, distanciamiento social, higiene, casos activos, portador asintomático, palabras nuevas para la mayoría. Truchos, torpes, negadores y fantasmas de una realidad que nos va a hacer chocar la nave contra el cubito de hielo, son frases más cercanas a nuestra realidad. El Covid en Argentina se está domesticando y haciendo bien argento. El resultado, como si se tratase del arcón que tenía Pandora, hace unos miles de años, es un final abierto para la segunda temporada de Netflix. Un Covid a la Argentina II puede venir con muchas sorpresas, y últimamente en la series la segunda parte es horrible.