EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 18-06-2020
Saramago versión 2020
10 años después de la partida
Se cumplen diez años de la desaparición fÃsica de Andrés Saramago, pero su pensamiento, legado en más de 20 obras, constituye una marca de actual vigencia que se pone aún más en tensión en épocas del COVID-19. Hijo de campesinos, José Saramago habÃa nacido en Portugal, en el pueblo de Azinhaga, el 16 de noviembre de 1922. Su entorno marcó, como a casi todos nosotros, su cultura, pero su pensamiento, lúcido y provocador, está latente como nunca: "Es necesario que las mayorÃas acumulen cosas para que las minorÃas acumulen capital", dijo y completó alguna vez (1997) con una idea sobre el consumismo: "Vivimos en una sociedad que solo quiere de nosotros que consumamos, no nos pide nada más, ni convicciones, ni capacidad de protesta, ni indignación, no quiere más que tengamos dinero suficiente en el bolsillo para comprar y no tener que pensar". Frente a la cruda realidad actual, donde nada es lo que parece, y la vida se pone en disputa intelectual con la reactivación de la economÃa, podemos notar que aún tenemos alguna chance de ser humanos, al menos por estas latitudes.
Si se trata de invocar a Dios, y rogarle que nos afloje la rienda en esta maldita pandemia, podemos citar a Andrés Sarmago, ateo confeso, que no quería ni siquiera profundizar la duda de la existencia o no de un ser divino que todo lo gobierna: "El Dios de la Biblia no es de fiar, es mala persona y vengativo (...) Dios, el demonio, el bien, el mal, todo está en nuestra cabeza, no en el Cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él" expresó entrado el nuevo milenio. Sin saber que diez años después de su muerte, a miles de kilómetros de su última morada, lo íbamos a citar como paliativo a una pandemia social que nos tiene atónitos, estáticos y sin capacidad de reacción colectiva.
"Los males que sufrimos hoy son independientes de las ideologías. Hay un olvido de la conciencia moral que ha contaminado todo. No importa dónde mires, las mafias y la corrupción están allí, como una enfermedad que, espero, no sea incurable" aportó al diagnóstico social este notable escritor, que en 1998 fue galardonado con el premio Nóbel y en ese momento pensaba, claramente, que la alternativa al Neoliberalismo se llamaba Conciencia, con mayúsculas. Desde el Cuaderno del año del Nóbel, Saramago nos deja premoniciones para una sociedad que no se halla a sí misma. Diez años después, el tiempo, caprichoso, divisible por sesenta desde el origen del universo, nos compromete a valorar cada infinitésimo entre la vida y la incógnita. Si pensamos que noventa días de cuarentena es mucho tiempo, la muerte, definitiva, es mucho más: dura toda la eternidad.
Y si es cierto lo que él creía, que a nuestra sociedad le faltaba filosofía como espacio, lugar y método de reflexión, bien podríamos decir que estos últimos tres meses nos han confrontado contra lo cotidiano. Sin salidas, ni paseos, ni deportes, ni actividades recreativas, la sociedad se devora a sí misma, como si no existiese otra alternativa.
Entonces, en el medio del desencanto, aparece alguna frase optimista, si fuese posible, para salir definitivamente de este desasosiego. En palabras de Fernando Gómez Aguilera, quien ha coordinado la edición y la selección del material que visibiliza el pensamiento de Andrés Saramago hasta 2009, suscribimos que el autor portugués le devolvió a la palabra "aquello que había perdido, la conciencia". Yo te cuido y tú me cuidas, en la eterna utopía de los tiempos etéreos.