EDITORIAL | Autor: redacción | 23-05-2021
Una fecha patria más, una oportunidad menos
El dÃa que no celebramos nada
Superados los setenta mil muertos por COVID, este 25 de mayo en el que celebraremos el 211 aniversario de la Revolución de Mayo, tendremos nada para festejar. Un gobierno superado por la circunstancias, sin habilidad ni capacidad de gestión y corrupto, una oposición mezquina y subnormal, mucha gente viviendo de dinero que el clientelismo populista entrega a cambio de nada y una matriz de desarrollo, pensada por nuestros ancestros, totalmente aniquilada ¿Acaso siempre fuimos los fracasados de la historia o es que alguna vez tuvimos una posibilidad de ser algo más que esta mediocridad de paÃs sumido en la deseperanza?
Salgo a caminar por la línea del tiempo imaginaria, o real, que une mis deseos y mi búsqueda de la entelequia. Arranco, el 2 de mayo de 1808 en Madrid, junto al pueblo que estaba, digamos, un tanto podrido de la ocupación de los franceses y la pasividad de los políticos españoles, que habían concedido el poder casi sin oposición. El pueblo se reveló contra el poderío francés de Murat y sus 30.000 soldados con navajas y tenedores. Fueron valientes y lucharon a matar y morir. Reprimidos y mutilados, algunos sobrevivientes fueron fusilados el 3 de mayo, pero la semilla de la libertad ya había germinado.
¿Será luego, el 25 de mayo de 1810 una consecuencia nihilista de aquel dos de mayo, ahora contra los españoles, que jugaban el rol inverso en estas tierras? No es menos cierto que el pueblo, por aquel entonces menos de 200 manifestantes en una plaza fría y lluviosa, se pudrieron del Virrey y la corruptela y lo expulsaron del gobierno, en una jornada golpista, pero menos sangrienta.
En ese mismo siglo, fracasada la Guerra de los Diez Años (1868-78), el pensamiento revolucionario cubano tomó una forma con el pensamiento de José Martí quien dedicó parte de su vida a la lucha por la independencia. Ochenta y un años después y luego de soportar a los estadounidenses manejando un gobierno títere, los cubanos triunfaron en su enésima revolución. Corrieron al dictador Fulgencio Batista y proclamaron a Fidel Castro, apoyado por nuestro legendario Che.
213 años después de aquel mayo rancio madrileño, atravesados por un virus que se llevó muchas vidas y demostró la incapacidad de los gobiernos de todo el mundo para estar a la altura de las circunstancias, recorro la elipse de aquel tiempo e imagino a los padres de la revolución ¿A qué padres? El mundo se ha encargado de mostrarnos lo inútil que resulta tener principios. Los fracasados hitos, en perspectiva, se recuerdan como éxitos. Los éxitos son los antecesores de nuestro actual fracaso. La tierra sigue girando. Monarquía o democracia, la peste mata gente y los muertos, ya sin rostro, nos recuerdan que todo es superfluo. Los que lloramos desde acá gritamos “Ave César, los que vamos a morir en tu honor, te saludamos”. Apagamos la luz, soñamos con un mundo sin trampas, redondo, y con un limbo, previo al paraíso, en el que deben estar Somoza, Trujillo, Perón, Guevara, Stroessner, Castro y Pinochet, entre otros: el infierno arderá para Reagan, Kenedy, Napoleón, Rivadavia y, por que no, Margaret Tacher.
El frío del invierno comienza a calentar nuevas tumbas. Otros hdp históricos comienzan a sentir “el frío del bronce”, del mármol o de la tierra húmeda. Beatos y malparidos van al mismo agujero, una tarde plomiza de un mayo que se extingue. Perdón por la retórica que aburre. La Patria no era (tampoco el otro).