EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 26-09-2013
La panaderita
En el día del empleado de comercio cada quién recuerda a su vendedor preferido
Confieso que si algo bueno trajo el año 1982 para mí no tuvo nada que ver con la política ni con el deporte. En aquel entonces envueltos en una dictadura militar demente encaramos una guerra desigual contra Gran Bretaña y perdimos por paliza, como en el mundial de España, en el que en la segunda zona, en un triangular con Italia y Brasil también sufrimos el fin del sueño de ser los mejores. Sin embargo, sobre finales de dicho año conocí a la “panaderita” más linda del universo y caí profundamente enamorado.
Se llama Paola, tal vez Paula. El tiempo y la memoria hicieron estragos el recuerdo y solo queda el recuerdo del recuerdo. Era rubia (supongo que aún lo es) y tenía unos modales encantadores. Mi rutina diaria de compras me hacía detenerme inexorablemente allí para comprar el pan y galletitas de la lata, despachadas en bolsas de papel marrón, al peso. Entre “Rococó”, “Mellizas” y “Rumba” me surgió el “Amor” por aquella “Boca de Dama” que se me antojaba única en el universo.
\r\nUn día tomé coraje y la invité a salir. La cita era en el Bowling Sacoa. Me armé de la mejor ropa, una remera Fred Perry, un Wrangler Montana, zapatos mocasines de Paggi y perfume de Azzaro robado a mi hermano mayor. Tomé el 541 desde Parque Luro al centro y me bajé en Santa Fe y Luro. La espera se hacía interminable. Y tanto se hizo interminable que ella no llegó nunca.
\r\nJamás supe qué había pasado ni porqué no había llegado. Mi odio e impotencia fueron tales que no pude volver a pisar la panadería, privándome de ver a mi hermosa “panaderita” de 18 años y su hermosísima madre, que rondaba los 40 años y era viuda. Meses después, vencido mi orgullo, regresé al comercio, pero había cambiado de dueño. Tal vez, un día como hoy y en algún rincón cósmico del universo, esa señora que debe rondar los 50 años y sin duda seguirá siendo hermosa, se enterará de que me arrancó el corazón allá por el ´82, cuando éramos eternos ilusionistas de un futuro que se nos presentaba como único-
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