EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 27-11-2013
Mañana fue ayer
DifÃcil, inalcanzable, posible, todos adjetivos relativos
"La ola, usted no pierda la ola, ni antes ni después. Nunca llegue tarde y no sobresalga ni para arriba ni para abajo". Esta fue la bienvenida que me dio mi jefe cuando entré a trabajar en Coca Cola de Argentina en 1988. 25 años después el Señor Jefe cobra inusitada vigencia, desde donde quiera que mire este portal.
En el medio vino la década del noventa. Las botellas de gaseosa dejaron de ser de vidrio y pasaron a ser de PVC. Las embotelladoras locales comenzaron a perder competitividad y la gente pasó de ser empleados calificados de fábricas a expertos conductores de remises por cuentapropismo. Argentina se especializa en cambios bruscos. Sin ir más lejos desde "el Rodrigazo" a la fecha hemos tenido no menos de 15 planes económicos que fracasaron. Ahora nos vienen a contar que un acuerdo de precios es la puerta del arreglo de una solución seria, productiva. Es lo que una aspirineta puede curar a un enfermo de cáncer.
Los controles de precios tan comentados en estos días no son ninguna novedad, así como tampoco lo son sus negativas consecuencias sobre la economía y los consumidores. En su trabajo “4000 años de control de precios y salarios”, Robert Schuettinger y Eamonn Butler reseñaron brillantemente las consecuencias de estas prácticas a lo largo de la historia.
La inutilidad de aplicar controles de precios es un vicio peronista. Lamentablemente, a comienzos del siglo XXI nuestras autoridades económicas no terminan de comprender que el deseo de controlar el precio de bienes y servicios que se ofrecen en el mercado terminan inexorablemente desalentando las inversiones y la oferta de los mismos, causando el efecto exactamente opuesto al que se busca, perjudicando tanto a productores como a consumidores. Como sea, es fácil opinar con el diario del lunes. No se olvide, estimado opinauta, que mañana ya pasó, es una cuestión de relatividad, aunque ni el mismísimo Einstein podría descifrar porqué en Argentina nos empecinamos en cometer tantas veces los mismos errores. Por cierto, Einstein no debe haber conocido a mi jefe de Coca Cola, tal vez, ni siquiera tomara gaseosa.