EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 07-02-2014
¿Será el 14 de marzo?
No pinta bien, la imaginamos peor
Conversando con una colega que tiene su costado espiritual a buen resguardo, me dijo que el 14 de marzo de 2014 va a ser una dÃa de temer, por lo menos, para los argentinos de bien, entre los que se me dio por incluir a los casi sesentamil OPINAUTAS que interactúan con nosotros. Si esta carismática dama está en lo cierto, serÃa bueno que comenzáramos a tomar precauciones.
Lo más complejo y caótico que los tiempos se vuelven. Vemos más que los activistas dan voz a su opinión y soluciones. No hay ningún problema con eso; puesto que el derecho a hablar lo que pensamos es un valor preciado en nuestro país. Demasiadas veces, sin embargo, los activistas levantan su voz y portan letreros en oposición a algo, pero rara vez sabemos qué es lo que defienden. Hoy en día cuando la vida para muchos es un rompecabezas, nosotros debemos saber cómo acomodar las piezas.
Si fuéramos activistas bíblicos marchando en las calles, necesitaríamos un gigante estandarte, expandiéndose de un lado a otro con estas palabras: “Las setenta semanas de Daniel.” Daniel 9:25-27 contienen un bosquejo de la historia mundial desde el 14 de marzo del 445 a.C. hasta el regreso de Jesucristo. Comparado con otros textos proféticos que llenan algunos de los huecos en este período expansivo de historia, podemos ver donde nos encontramos en la línea del tiempo de Dios para el planeta tierra. Por ahí pasa, en esto del juego de las coincidencias matemáticas, el tema del 14-03-2014.
Por el otro lado está la fe, la de usted y la mía. La suma infinita de episodios que nos permitan construirnos y salvarnos de esta versión sui géneris de diluvio purificador en el tercer milenio. Como sea, se ve tanto corrupto desacreditado desde las esferas de poder, desde la Nación y hasta la asociación del barrio en el que vivimos, o el club en el que nos esparcimos, que si este baño purificador sopla con un viento de cambio, bienvenido sea: pero agárrese bien fuerte porque no se sabe para dónde va a soplar la ráfaga.