EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 08-02-2014
Fuimos nosotros
No fueron los extraterrestres; ni siquiera los habitantes del resto del mundo
Hace un poco más de diez años, Néstor Kirchner llegaba al poder con apenas el 22% de los votos de los argentinos. La mayor parte de la ciudadanÃa desconfiaba de él, no solo porque provenÃa de una provincia tan lejana como misteriosa, como es Santa Cruz, sino también porque venÃa apadrinado por Eduardo Duhalde. En este lapso, todo lo que pasó fue nuestra exclusiva responsabilidad. Propios y extraños hicimos las cosas tan mal como para habitar este escenario absurdo sin atinar a reaccionar en el sentido correcto.
Los aciertos K, fueron pocos. La lucha en favor de los derechos humanos y el hecho de haber logrado reinstalar el debate sobre la política en la Argentina, Los errores se cuentan de a docenas: Skanska, Southern Winds, Indec, Inadi, Schoklender, TBA, valijas de Antonini Wilson, triple crimen de General Rodríguez, mafia de los remedios, sospechados aportes de campaña, Boudou-gate, Ciccone-gate, Venezuela-gate, etc. La matriz de corrupción oficial se hizo carne en la figura de una veintena de funcionarios cercanos a los Kirchner, como Ricardo Jaime, Héctor Capaccioli, Claudio Uberti, Ricardo Echegaray, Julio De Vido y muchos otros.
La manipulación de los jóvenes en favor de un proyecto que, enmascarado en un supuesto progresismo, ha redefinido la corrupción del poder. Capitalismo de amigos, retornos, coimas, corrupción estructural, sobreprecios en la obra pública, narcotráfico. Casi no ha habido escándalo en lo que no apareciera involucrado el kirchnerismo en estos nueve años. Lo paradójico es que el propio Néstor Kirchner, a poco de asumir, aseguró que no permitiría ningún hecho delictivo. Juró en esos días que el primer funcionario que apareciera mencionado en algún escándalo, sería inmediatamente eyectado del poder. Todos le creímos, o no, pero entre todos permitimos lo que sucedió desde aquel juramento hasta el día de hoy.
Nuestro país, que se hunde en el fango de la humillación, la desigualdad y la ignominia, trata de buscar alguna explicación para tal degradación, cuando el contexto internacional no lo amerita. El relato se comió a los hechos. Los chicos K del poder se sientan con el reloj en la mano a esperar que el campo liquide la cosecha, para seguir el carnaval de gastos y la rueda corrupta.
Sin inteligencia ni creatividad, con poca capacidad de gestión y una falta total de huevos para tomar las decisiones y afrontar las consecuencias, nuestros funcionarios actuales esperan que otro milagro mediático, como la muerte de Néstor en octubre de 2010, los vuelva a poner en órbita. Pero nada sucede dos veces, como dijo la poetisa Wislawa Szymborska. Ni siquiera los milagros K.