EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 18-02-2014
A confesión de partes...
Es una cuestión de medios, de coartadas, de valentÃa (o cobardÃa). Deseo matar al que no piensa como yo, al que me molesta, al que secuestra mis sueños. Deseo desmaterializar a mis enemigos del fútbol, sólo porque visten otros colores. Tengo enemigos internacionales, podrÃa decirse Inglaterra, Brasil, Italia, y otros más cercanos, Boca o River (elija usted), o muchÃsimo más próximos; Aldosivi y Alvarado.
Yo deseo el mal de aquellos que no desean mi bien. Por eso de que menos por menos es más, calculo, aunque en esta lógica matemática si pudiera matar a todos los que deseo que desaparezcan se generaría un hueco difícil de llenar.
Entonces me vuelvo urbano, tolerante, citadino. Freno en los cruces de aceras peatonales y dejo pasar a las personas. Los días 7 llevo ropa usada a San Cayetano, les doy una moneda a los niños con mocos de la calle que me piden, al manco, al equilibrista, al trapito. Mi vida pasa entonces por una lata pequeña de monedas casi inútiles que me salvan de ser un asesino, o de ser asesinado. En todo caso es una cuestión de perspectiva.
Soy un asesino de lujo. En silencio opero a favor del aborto y del control de la natalidad. Censuro a los pobres porque traen cataratas de hijos sin planificar; cada día hay más pobres y cada vez las chicas más jóvenes son madres. El gobierno les da una asignación que juzgo no es correcta. No quiero saber de un solo niño pobre más que venga al mundo. Mucho menos, a este país o mi ciudad.
Me golpea la brisa del mar, me río de lo chorras que suenan las Madres de Plaza de Mayo después del papelón del paquete de guita que se robaron. Entonces, pareciera que la causa de su origen, la vida de sus hijos, valiera menos. Vidas cambiadas por dinero vil, en forma de subsidios o trampas al estado. La vida de guerrilleros que se reduce al recuerdo de púberes egresados del kindergarden buscando un idílico mundo mejor. Pienso en Firmenich y en la representación de máquinas de marca líder para América Latina que le quedó como resumen de su lucha guerrillera. El niño Abal Medina, hablando sinsentidos en nombre del progresismo y la democracia. El chico Cabandié y sus correctivos ¿Qué deseos deberían invadirme para equilibrar tanta injusticia?
Como sea, más de la mitad de la gente que anda por la calle votó este modelo de reparto. Eligió trapitos indiscriminados, carretas con cartoneros en la calle, piquetes y cortes a diestra y siniestra, engaños oficiales, bóvedas con bolsos llenos de guita “al peso”. Cincuenta y cuatro por ciento de la población eligió el discurso de los barbuditos de 6-7-8, por encima del discurso del calvo periodista que habla desde el llano, que por cierto miente también pero en otro sentido.
Regreso a mi realidad. Asesino sin pasta, que no sabe si mató a alguien o no, todavía. Que no purgó ninguna condena pero podría, o en todo caso, debería, haberla purgado. Cae la tarde detrás de un fornido roble que acompaña la tumba de mi padre. Mientras limpio la chapita de bronce que los encargados del cementerio no mantienen, a pesar de cobrar en tiempo y forma, pienso en el odio que me da pagar por servicios de mierda. Un tordo picotea algo del pasto cerca de mí y creo escuchar un grito que me dice que baje un cambio. Ahora son un tordo y una tijereta los que se acercan. Guardo la pasta de pulir y se me viene a la memoria la película de Alfred Hitchcock.