EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 07-03-2014
Los buenos maestros no se olvidan
Hacé sonar la bocina
La presencia del educador procura cambios en su comunidad, el buen docente, además, queda en la memoria de sus alumnos. Los que con entusiasmo, a pesar de las carencias, los motivan a permanecer dentro del sistema escolar; saben que un paÃs educado amplÃa sus posibilidades de desarrollo. Un lugar común, tal vez, pero al que se debe aspirar a llegar. Estamos de paro, pero nadie pone al docente verdaderamente en el centro de la discusión.
La docencia es una profesión y tiene los rasgos de un conjunto de profesiones modernas vinculadas con la función de servicio. A diferencia de las profesiones liberales cuya estructura ocupacional está dada por un mercado de servicios: médico, contador, ingeniero, abogado, entre otros. La profesión docente guarda rasgos estrechos con aquellas actividades que trabajan por lo público, por el bien público. No importa que su desempeño profesional se realice bajo un contrato, sea este público o privado, lo que prevalece en la función docente, como en otras profesiones, es una situación social donde el bien público, es decir, el bienestar de la sociedad, se busca atender.
En este sentido la profesión docente transitó, como muchas otras, de una visión religiosa y de otra altruista, a considerarse como una profesión requerida por la sociedad en los procesos de reproducción cultural. La mayor parte de la población en las sociedades modernas es capaz de leer, escribir y trabajar con números precisamente gracias a esta profesión.
Hoy, a estos profesionales, se les pide que trabajen por el sueldo de un maestranza, cosa que es inconcebible en cualquier otro orden de la sociedad. Sin respeto no hay educación y, en este caso, el respeto comienza por lo económico.