EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 17-03-2014
Aulas sin docentes
Scioli endurece postura
Si no fuese por el humor negro que trae como consecuencia, podrÃamos asegurar que el Gobernador Scioli no piensa dar el brazo a torcer en la discusión docente. Ese brazo que sin duda entregó cuando lo apretaron los policÃas, sobre finales de 2013, cuando Kirchner le cerró con llave el despacho presidencial para irse de gira (mientras él quedaba a cargo del ejecutivo), cuando le dieron un coscorrón por hablar a favor de un ajuste de tarifas o cuando lo amenazaron con cortarle el chorro de fondos si no se plegaba a la suerte K en las elecciones anteriores.
La directora general de Educación y Cultura bonaerense, Nora De Lucía, afirmó que para el Estado provincial "la educación es un derecho fundamental". Creo que cada vez menos gente le cree a ella, y por consiguiente, al obsecado Gobernador. Si fuera prioritario, como cualquiera de los miles de ejemplos que a todos se nos ocurren, ya lo hubiesen arreglado.
El común de la gente, la inmensa mayoría, la que manda a sus hijos a escuelas estatales, sabe que la desidia se ve desde el ingreso a la misma. Aulas deterioradas, auxiliares que no hacen su trabajo, falta de higiene, docentes desmotivados, en síntesis, un clima gris que envuelve al entorno educativo y lo transforma en bolsones de pobrerío moral.
Cuando un docente ingresa a su lugar de trabajo metafóricamente se saca el sombrero de calidad de vida y el abrigo de buen gusto y lo cuelga de un perchero en la puerta. Entra en las letrinas que son los baños, sin papel ni jabón, utiliza escritorios miserables escritos con objetos obcenos, pizarrones agujerados, aulas sin vidrios, ni siquiera, llaves interruptoras de luz. La mayoría de las veces pasará frío por la deficitaria calefacción, mal distribuida, y sentirá dolores de cabeza por el encierro y la falta de iluminación, natural o artificial, de calidad.
Cuando el docente sale, se calza su abrigo y su sombrero, camina unos cincuenta pasos y se sube a su vehículo pagado en 60 cuotas gracias a la década ganada, porque sabe perfectamente lo inviable e indigno que es el transporte público y necesita los minutos como el oro para saltar de un colegio a otro.
Mientras, Scioli mira todo desde el cielo, desde su helicóptero de varios palos verdes, y mientras juega a esquivar el serrucho de Mariotto por órdenes de más arriba, asiste a la vida social, como si nada. De hecho sus hijos ya hace varios años que no van al colegio, y mucho menos público, de la Provincia de Buenos Aires.
Mañana, un día más, el fracaso que construimos como sociedad nos devolverá esta imagen, espejo de la realidad: aulas sin docentes. Y nos seguirán contando que la solución es prioritaria.