EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 03-05-2014
Es casi una experiencia religiosa
Buenos Aires te muestra una buena parte de lo que somos
OPI22 no se privó de nada este año, mucho menos, de recorrer Buenos Aires durante el fin de semana largo. Protestas decorativas en Plaza de Mayo del MAS (aquellos viejos socialistas “zurditos”), tiroteo con muerte de un delincuente sobre calle Corrientes, cena en restaurate peruano y muchos homeless, que nos muestran claramente cuan lejos que estamos de ganar algo en esta década.
Por estos días, en el que me reencuentro con colegas que se pasaron de bando en lo que parece ser una guerra de opinión, así como así, a cambio de un puestito oficial, es bueno recordar los orígenes de lo que hacemos. Y el origen del ser argentino, si no pasa por Buenos Aires, al menos tiene un epicentro importante. Todos los demás practicamos imitaciones burdas de lo que se cocina por estas manzanas.
Recorrer San Telmo, San Cristobal, Florida, Palermo, Callao, el Congreso, te muestra que estamos invadidos por turistas brasileños, colombianos, venezolanos (los pocos que pueden) y europeos. Se desvelan por sacarle fotos a los manifestantes, por apiñarse junto a trescientas mil almas y escuchar el recital de una niña prodigio del marketing de Disney, como Violeta y corren desesperados cuando escuchan tiros sobre avenida Corrrientes: acá sí que hay adrenalina.
Mientras por la noche cenamos en los hermosos restaurantes de Palermo, en la calle cientos de tipos se arman un colchón y duermen en las veredas; otros le dan al paco y orinan en las persianas de los locales cerrados. Todo es normal, o parece, porque verdaderamente no lo es.
Cae la noche, salimos del sitio piola de la calle Soler y esquivamos a los pobres en la oscuridad, para no pisarlos. Nos subimos a un auto normal entre cientos de autos de alta gama, recorremos el empedrado y somos uno más de ellos, de esos miles de argentinos que viven a mitad de camino entre el linyera del colchón en la puerta y el cliente que deja quinientos mangos por cubierto; cada uno con su cinta métrica toma la distancia a la que se encuentra de uno y del otro.