EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 07-05-2014
Los pactos y los cuernos
Cristina y Macri, en corto romance
Los pactos en polÃtica, como en la vida misma, son necesarios. Los cuernos, en ambos casos, son inevitables. Si usted es un OPINAUTA que nunca puso cuernos, felicitaciones. Seguramente pactos debe haber hecho alguna vez. Sobre si alguna vez le pusieron cuernos, mejor no hablar. Entramos en el terreno de las posibilidades y allà impera otro género, el de la ucronÃa. Cristina se reunió en secreto con Macri, en Olivos. Hasta aquà eso podrÃa ser un pacto. Cristina ventiló la reunión, no Macri. Eso es meter los cuernos.
La presidenta tiene una teoría arraigada, tal vez desde su entorno inmediato, de que Macri podría jugar del Piñera argentino para la “bacheletización” del proceso de recambio presidencial. Veamos cómo se entiende esto: Cristina está pagada de sí misma, al punto de suponer que todo gira en torno a ella. Que si le banca el recambio de poder presidencial a un tipo de derecha, y medio tonto, como Macri, los próximos cuatro años de gobierno serán lo suficientemente malos para que la gente masivamente pida su regreso a gritos. Tal analogía supone que la gente "argentina" quiere a Cristina de forma similar a la que los chilenos quieren a Michel Bachelet, cosa que a todas luces es falso.
En Argentina nadie pudo volver. Cuando decimos nadie excluimos a Gardel en Tango Bar, a Julio Roca, Yrigoyen y al General Perón. Los demás, ni siquiera el Carlos I de La Rioja, lo lograron. Duhalde sacó menos del cinco por ciento de los votos en la última presidencial. Después del apogeo, Sra. Cristina, viene el olvido. O los paseos por la plaza con nietos, o a dictar conferencias por el mundo con caché de cientos de miles de los verdes, de esos que por acá cotizan a 8.01 pero los puede vender en el mercado negro a cerca de diez.
Aún queriendo que Macri juegue a ser “el tonto de Piñera” nada de eso sería posible. Ni siquiera imaginamos a Macri hablando por un “zapatófono” con mineros sumergidos a mil quinientos metros en una mina derrumbada. Más bien, lo imaginamos jugando un picadito con Dilma mientras esperan comer la feijoada que calienta Lula, desde el costado de la cancha.
Como sea, la relación carnal comenzó con cuernos y de trampa. Macri y Cristina, que de eso saben bastante (porque son políticos, digo) en el fondo conocen el final del cuento.