EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 09-05-2014
Hechos in-esperados
De la muerte de Néstor a la consagración de Francisco
Existen hechos que nos han marcado como sociedad en los tiempos y han clavado el destino de muchos a partir de suceder, casi inesperadamente. Uno de ellos, sin duda, marcó el apogeo del alicaÃdo gobierno de Cristina Kirchner, allá por el 2010 y fue la muerte de Néstor, quien a los ojos de los comunes se fue de esta vida con su cuerpo a cuestas, porque nunca lo pudimos ver. La muerte del ex presidente y marido de la presidenta en ejercicio, catapultó la figura de la Señora, que venÃa vapuleada y derrotada, a cifras inesperadas que le permitieron el renacimiento de la fuerza, la reelección y el reagrupamiento de los oportunistas del gobierno que se enriquecieron como nunca a costa del estado. La consagración del Cardenal Jorge Bergoglio como Papa, a la postre Francisco, marcó, también en este caso sin lugar a dudas, el comienzo del fin de la era K, que cuando deje el poder en 2015, habrá totalizado un perÃodo de 12 años bajo el mismo signo polÃtico, cosa nunca antes vista en toda nuestra endeble historia argentina.
Cristina se va y sus colaboradores, secuaces, también. Está preparando la sinfonía de tocata y fuga mientras los herederos se quieren probar la ropa del difunto. A todos les queda fuera de medida. Propios y ajenos no llenan los trapos de forma ni siquiera parecida a lo que fue esta parejita sinérgica de políticos de fuste que entraron por la ventana de la mano de Duhalde y el terror a que volviese Menem y se quedaron gracias a la suerte, la soja, las alianzas con los sectores más recalcitrantes del pasado rencoroso, las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, las asociaciones de izquierda y los periodistas mamarrachos que se alinearon por plata. Estos últimos fomentaron a los otros, los que se desalinearon por plata, entonces nuestra atmósfera informativa se transformó en la porquería que respiramos a diario.
¿Quién sabe qué tanto de inesperados tuvieron los hechos del fallecimiento del Dr. Kirchner, severamente comprometido de salud y desaplicado frente a sus cuidados personales, y la elección de Francisco, tantas veces ninguneado por los K cuando era Bergoglio? El determinismo histórico va a marcar estos dos hitos como los del antes y el después del apogeo K en el imaginario nacional. Cuando “él” asumió, allá por 2003, dijo que no iba a dejar sus convicciones en la Rosada. Los propios y ajenos, por unos y otros motivos, concuerdan en que fue a fondo.
La docena de años K está en sus últimos estertores y lo in-esperado en todo caso es que termine de forma parecida a lo que imaginamos.