EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta - Comentarios sobre texto de Mariano Carreras (Télam) | 26-07-2014
Evita inmortal, 62 años después
Homenaje
Para nuestros jóvenes militantes, y los que no lo son, la figura de Evita, Eva Duarte de Perón, es un Ãcono atemporal que se confunde con San MartÃn, el Che Guevara o Juana Azurduy, según se trate del tiempo y espacio que habiten. Para nosotros, los cincuentones criados en la antinomia más grande que dividió al paÃs, es la personalidad más poderosa del siglo XX. De la nada llegó al todo, sin olvidar sus orÃgenes, y abrazó la causa popular en serio, cuando el mundo aún era niño.
No hay más amor que el que uno tiene para dar. Todo eso, feroz, brutal y natural, comulga en uno, en el instante justo, en el momento indicado. La entrega no se inclina ante especulaciones, solamente se da. Como Evita, que era el fuego. Que encendió a un pueblo, y se hizo llama en la historia argentina y del mundo por su pasión, su entrega, su compromiso. Pensar su figura es mucho más que recordarla, es vivirla. Hoy nos quema su ausencia y nos arde su legado, desde los pies hasta llegar a todo el cuerpo. Desde el barro hasta el cielo. Es Evita, es el fuego. A 62 años del paso a la inmortalidad de una de las figuras más importantes de la historia universal, se vuelve tarea compleja poner en palabras el sentimiento que genera Esa mujer, como dirÃa Walsh. Porque la empatÃa no se compra, no se condiciona ni se establece por parámetros de conveniencia. El vÃnculo de amor entre Evita y su pueblo, porque el pueblo es suyo por ser el de Perón, por alojarse en su corazón, es un vÃnculo sincero y natural. Entre quien ama sin pedir y quien es amado y agradece amando también. Hacer una recapitulación de la gestión de Eva Perón desde 1945 hasta 1952, sus logros y las transformaciones que llevó a cabo, es poco en relación a lo que trasciende a su persona. Evita es el voto femenino, es el brazo ejecutor de las polÃticas de justicia social durante el primer gobierno de Perón, son las 18 horas de trabajo en la Fundación atendiendo las necesidades de sus descamisados, es la máquina de coser, el trabajo, la mano para los desclasados y más. Mucho más. Porque Evita también es la plebeya que llegó para no estancarse, que logró trascender las fronteras que la naturaleza social que impartÃa la burguesÃa aristocrática de nuestro paÃs, es la mujer del pueblo que alcanzó el poder para transformar, para hacer revolución desde el alba. Para quedar en la historia como el icono internacional del pueblo liberado, de la justicia social, de la realidad efectiva. Vivir en la memoria de Evita es, sin ninguna duda, concederle el derecho a la inmortalidad. Mientras un argentino la recuerde, esa relación única e irrepetible de amor-odio seguirá vigente. Seguramente ella, desde donde esté, nos guiñará un ojo cómplice; al fin y al cabo adoraba las polémicas y no creo que haya cambiado mucho desde ese cercano más allá en el que habita.