EDITORIAL | Autor: Redacción | 14-12-2014
Relato urbano
Todo gira
Mar del Plata no es una, sino un millón. Es un Parque de Diversiones Naranja al lado de cientos de trapitos sin dientes que custodian nuestra seguridad vial y secuestran a los derechos civiles. Le quedará a nuestras madres ir a reclamar por nosotros, dentro de unos años, los giles de la clase media que soñábamos con hacer un paÃs mejor, con el fruto de nuestro trabajo y las ampollas de nuestro trasero.
Domingo de sol, ciudad que adolece de complejos, o no, quién lo sabe. Un artista camina por la calle, al lado de un mortal, y juntos esquivan las mismas heces del perro de una señora paqueta, jubilada, que tiene un piso en la Diagonal Pueyrredón y resto, incluso para ser feliz.
Cuando el hombre trabaja Dios lo respeta. Pero el jefe máximo ama el arte (no tanto a los artistas, que tienen sus propias miserias). La obra, se transforma en algo que trasciende al que la crea: la fascinación absoluta por la cosa nueva, el objeto que ahora explica un pliegue más de este inexplicable plano universal.
El arte vino para quedarse. Un despojado de estos que sabemos importar en verano, tira pelotas al aire en un semáforo. Tiene una pierna menos, una muleta, un gorro para juntar las monedas y hace su mini show en los treinta segundos de corte del semáforo que corta en plena costa marplatense. Los autos se apilan. El rengo va por su muleta a los saltos y todos esperan con cara de “somos inclusivos”.
Esto se asemeja a mirar una pintura, pero con movimiento. El lienzo costero, eternamente cambiante, ahora ofrece un paisaje entre dantesco y bizarro. Si algún pintor local estuviera disponible, en lugar de mendigar dinero de los viejos o tratar de seducir mujeres en su atelier, tal vez pudiera lograr la pintura urbana de la década. La podríamos llamar “Heces para un mediocre como vos”. La explicación a lo Federico Klemm diría “El Arte ha buscado, especialmente en su decurso contemporáneo de la Vanguardia histórica a la Transvanguardia, responder al problema inaugural "barriendo'' el orden impuesto por el sistema de valores lingüísticos y sociales. Una secuencia de innovaciones ha signado el Arte del siglo XX, ahora devenido en XXI, que nos acerca al Yo universal, donde todos somos uno ¿Y si vivimos todos juntos? Cada uno comience por elegir el pobre o el artista que se ofrezca a besarle los pies a cambio de un plato de polenta, con algo de tuco.
Ser inclusivos, ser generosos y ser grandiosos con lo que Dios, todopoderoso, ha designado en suerte para los marplatenses. “Que allí donde haya confusión ponga yo tolerancia urbana”.
Y la viejita, antes de subir a su piso en Diagonal Pueyrredón, le limpia las patitas a su "Boby", mientras dice en voz alta "esperá que mamá te limpia antes de entrar, estas calles están llenas de caca, ya no son lo que eran antes.