EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 06-01-2015
Es lo que hay
Camellos por acá, no tenemos
Los Reyes Magos, por estos lados sin camellos, se muestran de una manera menos mÃstica que allá por el Lejano Oriente. No vienen a adorar nada sino a cumplir con una mera transacción del toma y daca: regalos por zapatitos y al diablo con el pasto y el agua. Comen viandas light, porque se les viene el verano encima y comenzaron tarde a cuidarse. En Mar del Plata los reyes están medio naranjas y se fotografÃan todos juntitos para que la gente crea que son amigos: ojo, de costado miran el celeste de los vagones, por si se tienen que tomar el tren y no llegan a tiempo.
Los Reyes, crápulas, como la mayoría de los gobernantes, saben que la gilada miramos el espectáculo y sucumbimos a la idea de ser buenos. Los reyes en el Mar, los reyes en la fuente, los reyes por la calle. Esperan que se haga de noche y cenan en el mejor restó de Mar del Plata, con seguirdad. Mueven 300 policías para su custodia, no vaya a ser que alguno de los beneficiados con los regalitos no esté del todo conforme.
La historia de los Reyes Magos es un mito, y como todo mito, tiende a desaparecer; en su reemplazo, nuevos mitos surten a la sociedad de razones para vivir.
Todas las religiones cristianas, con algunas variaciones en la fecha y en la liturgia, celebran el día de la Epifanía, en que los tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, guiados por una estrella, encontraron el pesebre en que María y José cuidaban al recién nacido Niño Dios, a quien ofrendaron con incienso, mirra y oro. Sin embargo, aunque estos detalles están bien expuestos y ordenados en el villancico Tutaina y demás apéndices modernos de la celebración de la Navidad, la Biblia no contiene ni rastro de los nombres, ni la historia de cómo llegaron, ni por qué eran magos, ni por qué eran tres, ni de qué reino eran reyes, ni a dónde se fueron una vez que se fueron. Al parecer, la historia de los Reyes Magos es todo menos bíblica, y se debe en cambio a la misteriosa conjunción de un astrólogo persa, un evangelio apócrifo, un Papa pragmático, un rey codicioso, y una ruma de papiros viejos transcritos a la incierta luz de una vela por cansados copistas a lo largo de cuatro o cinco siglos.
Entonces, el relato, una vez más, instala la idea que que lo institucionalizado y lo institucionalizante son elementos de una liturgia intocable. La Bienal del Fin del Mundo, el Espacio Clarín, la Playa con Palmeras del entrerriano Uribarri o el Parque de Diversiones más naranja del mundo. Todos regalos para un pueblo que cree, todavía, en los relatos.
Al final de la temporada, seguramente, estaremos en las puertas de la Pascua. Aunque el relato sea distinto, en aquel caso, es probable que los huevos de chocolate cambien, este año de color. Y así como así, silenciosamente, nos metemos en un 2015 mágico. Pero el pensamiento mágico, y todos ya lo hemos experimentado, no se lleva bien con la razón y mucho menos con la realidad.