EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 24-01-2015
Donde habita el olvido
Perpetuo destino nacional
Una primera cuestión sobre la que deberíamos interrogarnos es la que se centra en la importancia que tiene para los sujetos en particular, “poseer memoria para recordar” ; mientras que para los grupos es altamente relevante para su supervivencia la posesión de una denominada “memoria colectiva”. Para nuestra sociedad, como colectivo de personas dispares, asimétricas y permeables, la memoria es un hecho que depende del relato oficial. Nisman, como Cabezas, Julio López, La Tablada, el Pacto de Olivos y la Década Ganada, se recuerdan o se olvidan, convenientemente, según se necesiten esgrimir argumentos para maquetar ese ser nacional artificial, que a veces creemos integrar.
"Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo. Recuerdo (creo) sus manos afiladas al trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un mate, con las armas de la Banda Oriental; recuerdo en la ventana de la casa una estera amarilla, con un vago paisaje lacustre.
Recuerdo claramente su voz; la voz pausada, resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora. Más de tres veces no lo vi; la última, en 1887… " “Funes, el memorioso” de Jorge Luis Borges. (Fragmento)
Mientras que el filósofo gurú de los K José Pablo Feinmann dice en “La creación de lo posible”, Legasa, Buenos Aires, 1986, página 139
“Hay dos formas de la memoria. Una memoria pasiva, que se agota en el hecho que recuerda, que anula el presente en la exaltación de un pasado irrecuperable. Y una memoria activa, creadora y militante, que busca la esencia movilizadota del pasado, que se compromete con el presente como única forma de no ahogar ese pasado en la sacralización y la idolatría. Una es la memoria militante. A la otra la llaman nostalgia…”
Con los mismos argumentos podemos decir que el relato oficial tiende a olvidar, esta vez, al fiscal Nisman, para transformarlo en el otro, el Nisman muerto que no se puede defender, el ungido como salvador de la reública, superhéroe del relato de la OPO. En el medio, claro, está la verdad, cada vez más distante, que se pliega en una curva fractal hacia el país del Nunca Jamás. Alicia, en todo caso, Kirchner, mira de reojo a Cristina, también Kirchner, y saben lo que otros también saben: que el tiempo no para y que una vez las verán, un amigo (o un pueblo) en común; donde habita el olvido.