EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 07-02-2015
TecnologÃa Militante
Extracto del texto de Langdon Winner
En el esfuerzo de transformar todo hecho polÃtico en un hecho real, y viceversa, la tecnologÃa esta jugando un papel central en los gobiernos, ya sea a nivel nacional, provincial o municipal. Se desprende de lo dicho que la tecnologÃa, los artefactos y los procedimientos, están politizados. Pero más allá de ello hay una evidencia innegable que desarrolló Langdon Winner en la década del setenta: los artefactos son instrumentos polÃticos. Nuestros gobernantes se están avivando de ello y tiran de la piola, en exceso, esperando controlar cuotas de poder mediante el gerenciamiento de la tecnologÃa. La tecnologÃa es transversal a todas las áreas y, en Argentina, eso suena como una invitación a la transversalidad polÃtica: lo uno y lo otro debe administrarse con cuidado y con ética: casi una utopÃa.
La tecnología, no obstante, tiene buenas razones para explicar la fascinación que recientemente ha ejercido sobre historiadores, filósofos y científicos políticos; buenas razones que los modelos tradicionales de las ciencias sociales sólo abarcan en parte en sus explicaciones de lo más interesante y problemático del tema. Ya he intentado mostrar en otro lugar por qué una gran parte del pensamiento social y político moderno contiene afirmaciones recurrentes acerca de la que se puede denominar teoría de la política tecnológica, una amalgama de nociones a menudo cruzadas con filosofías liberales ortodoxas, conservadoras y socialistas (Winner, 1977).
La teoría de las políticas tecnológicas presta mucha atención al ímpetu de los sistemas sociotécnicos a gran escala, a la respuesta de las sociedades modernas a ciertos imperativos tecnológicos y a todos los signos habituales de la adapatación de los fines humanos a los medios técnicos. Al hacer esto, ofrece un nuevo conjunto de explicaciones e interpretaciones para algunos de los patrones más problemáticos y confusos que han tomado forma dentro de y en torno al crecimiento de la cultura material moderna. Un punto a favor de esta concepción es que toma los artefactos técnicos en serio. Más que insistir en que reduzcamos todo a una mera interrelación entre fuerzas sociales, sugiere que prestemos atención a las características de los objetos técnicos y al significado de tales características. Siendo un complemento necesario para, más que un sustituto de, las teorías de la determinación social de la tecnología, esta perspectiva identifica ciertas tecnologías como fenómenos políticos por sí mismas. Nos conduce, tomando prestada la expresión filosófica de Edmund Husserl, a las cosas en sí mismas.
El invento no es nuevo: Langdon Winner explica que "todo el que haya viajado alguna vez por las autopistas americanas y se haya acostumbrado a la altura habitual de sus pasos elevados puede que encuentre algo anormal en los puentes sobre las avenidas de Long Island, en Nueva York. Muchos de esos pasos elevados son extraordinariamente bajos, hasta el punto de tener tan sólo nueve pies de altura en algunos lugares. Incluso aquellos que perciban esta peculiaridad estructural no estarían inclinados a otorgarle ningún significado especial. En nuestra forma habitual de observar cosas tales como carreteras y puentes, vemos los detalles de forma como inocuos, y raramente pensamos demasiado en ellos"
Resulta, no obstante, que los cerca de doscientos pasos elevados de Long Island fueron deliberadamente diseñados así para obtener un determinado efecto social. Robert Moses, el gran constructor de carreteras, parques, puentes y otras obras públicas de Nueva York entre los años veinte y setenta, construyó estos pasos elevados de tal modo que fuera imposible la presencia de autobuses en sus avenidas. De acuerdo con las evidencias presentadas por Robert A. Caro en su biografía de Moses, las razones que el arquitecto ofrecía reflejaban su sesgo clasista y sus prejuicios raciales. Los blancos de las clases "ricas" y "medias acomodadas", como él los llamaba, propietarios de automóviles, podrían utilizar libremente los parques y playas de Long Island para su ocio y diversión. La gente menos favorecida y los negros, que normalmente utilizaban el transporte público, se mantendrían a distancia de dicha zona porque los autobuses de doce pies de altura no podrían transitar por los pasos elevados. Una consecuencia era la limitación del acceso de las minorías raciales y grupos sociales desfavorecidos a Jones Beach, el parque público más alabado de los que Moses construyó. Moses se aseguró de que los resultados de sus diseños fueran efectivos vetando poco después una propuesta de extensión del ferrocarril de Long Island hasta Jones Beach."
En definitiva, nada nuevo bajo el sol. Como en la época de los romanos, todo está inventado, y lo que vivimos en la actualidad, no son más que girones del pasado que vuelven en forma de espiral, cambiando forma pero manteniendo la escencia.