EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 14-04-2015
Huyen del barco
Hace agua
"Los trapitos se lavan en casa" fue la consigna en el massismo para tratar de bajar los decibeles de la sorda interna que se juega al interior del Frente Renovador. La consigna es contener, sobre todo para evitar que se active la temporada de salto en garrocha.
Los concejales del Frente para la Victoria abrieron redondos los ojos para mirarse entre ellos y tratar de adivinar si alguno conocía de antemano las palabras que estaba pronunciando el intendente Daniel Bolettieri en su discurso de inicio de sesiones ordinarias. Sus pares del Frente Renovador también miraban, pero preocupados.
Mientras, desde el estrado que suele ocupar el presidente del Concejo Deliberante, el jefe comunal que reemplazó al todavía licenciado Darío Giustozzi destacaba “la gran altura con que el bloque del FPV trabaja para dar soluciones a los vecinos”, para minutos después anticiparle a todos los presentes que "se vienen tiempos de concordia y de coincidencia".
Otros, sentados en las barras, seguían con asombro el discurso del intendente que continuaba elogiando a quienes hasta no hace mucho eran sus compañeros de ruta. Algunos, los más viejos, peronistas de mil batallas, se frotaban las manos.
El abandono de algunos dirigentes intermedios y de los intendentes de San Isidro y Escobar, Gustavo Posse y Sandro Guzmán, habían encendido las primeras luces de alarma en el massismo.
A mediados de marzo, los integrantes de la mesa chica del Frente Renovador, empezando por el propio Sergio Massa, advirtieron que si no actuaban con rapidez las fugas no se detendrían, y como primera medida impusieron un silencio de radio para los enfrentamientos internos.
Los trapitos sucios se lavan en casa, y al primero que abra la boca en público lo vamos a considerar con los pies afuera del plato. Ese fue el mensaje
Como contrapartida a esta exigencia de hacer mutis por el foro, los jugadores de la interna bonaerense (y también algunos intendentes), pidieron mayor cantidad de encuentros cara a cara con el jefe, y menos intermediación de los Juanjo Álvarez y compañía.
Claro que como en toda pax romana, hubo algunos lastimados. En este caso dos: Felipe Solá, quien decidió bajar su candidatura a gobernador porque afirmó que "no hay chances para un tercero", y Darío Giustozzi, que no amagó a bajarse (como salió publicado en algunos lugares) sino directamente a irse de FR.
Quienes tengan buena memoria recordarán la movida del ex intendente de Almirante Brown en junio de 2013, cuando inscribió una lista propia para participar de las PASO del Frente para la Victoria, con la idea de presionar a Sergio Massa para que se decidiera de una vez a abandonar el kirchnerismo.
Si bien Giustozzi aún no tomó una definición en ese sentido, Massa tuvo que mandar el viernes a su esposa, Malena Galmarini, a mostrarse con el precandidato a gobernador para contener una posible nueva deserción.
"El problema de Massa es que la entrada de Tigre tiene muchas rotondas, por eso más de uno en vez de encarar para la Torre de las Naciones pega la vuelta y se está viniendo para este lado".
"El que gana la provincia entra en el balotaje", se envalentona el diputado provincial Juan Amondarain delante de quien lo quiera escuchar, y lo explica así: "La provincia de Buenos Aires representa el 37% del padrón nacional, pero al tener un presentismo muy alto, a diferencia de otros distritos importantes como la Capital Federal, ese número puede convertirse hasta en un 42%".
En esa línea, desde el Frente Renovador sostienen que al mismo tiempo que para el PRO de Mauricio Macri será muy difícil llegar a un 30% a nivel nacional, teniendo en cuenta que en territorio bonaerense no supera los 24 puntos.
Así las cosas, el massismo se aferra a la esperanza de sostener a toda costa la unidad en la provincia de Buenos Aires, y evitar como sea el deporte de las garrochas con resorte.
A lo mejor Marci-Massa o Massa-Marci termine siendo la fórmula de alquimia que se prepara para intentar sostener lo que hoy es una derrota segura, más que probable.