EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta - sobre nota de Federico Vázquez | 28-04-2015
El eterno péndulo
El fin de las vías “moderadas” en América del Sur
Durante mucho tiempo algunos sostuvieron que en la región existía una izquierda moderna y responsable, mientras que del otro lado asomaba un populismo trasnochado. La arremetida económica y mediática contra los gobiernos de Dilma y Bachelet muestra hasta qué puntos esas categorías eran sólo un instrumento retórico, útil para aplaudir afuera lo que se criticaba adentro.
Fue un sentido sentido común durante años: por un lado, los llamados gobiernos populistas radicales, como Venezuela, Bolivia o Ecuador, por el otro, los catalogados como “moderados”, donde entraban Brasil, Chile o Uruguay. La Argentina, siempre difícil de etiquetar, fue puesta en uno u otro bando, de acuerdo al momento y el buen parecer de quien tuviera la tarea de encasillar los procesos.
La partición en dos bloques de los gobiernos progresistas tenía una base de realidad: no hay dudas que unos y otros tuvieron y tienen pulsos propios, con distintos niveles de velocidad en las agendas de cambio, lo que lleva a grados también distintos de conflictividad interna. Por ejemplo: los países “bolivarianos”, cambiaron sus constituciones, mientras que los demás realizaron transformaciones sin alterar el esquema institucional.
El problema es que aquella categorización fue usada no para comprender las particularidades de cada caso nacional, sino como un arma de crítica retórica. La fórmula en cada país fue criticar al gobierno elogiando a otro.
Así fue durante años. Basta recordar las campañas electorales argentinas de 2007 y 2011, donde todos los candidatos opositores se ofrecían como los verdaderos imitadores de Lula, Michelle Bachelet o Tabaré Vázquez, al tiempo que se denunciaba que Cristina Kirchner sólo tenía ojos para Hugo Chávez, Rafael Correa o Evo Morales.
Todo eso es pasado. Como comienza advertirse en esta campaña 2015 por primera vez los candidatos opositores ubican en una misma góndola ideológica a todos los gobiernos progresistas. La prueba más contundente ocurrió con las recientes elecciones en Brasil y Uruguay a fines del año pasado. Ambos países eran, tiempo atrás, ejemplos de la izquierda moderna, supuestamente alejada de los desvíos populistas. Sin embargo, cuando los candidatos opositores argentinos viajaron a esos países, apoyaron a sus pares, como Lacalle Pou, en el caso de Uruguay o Aécio Neves en el caso de Brasil.
¿Ahora bien, este cambio, responde a un sinceramiento de la oposición argentina? Difícil.
Cualquier encuesta muestra que la agenda de los argentinos sigue muy emparentada con lo hecho por los gobiernos posneoliberales: mayor injerencia del Estado en la economía, apoyo a las políticas de derechos sociales, mucha distancia con las ideas e intereses de los empresarios, etc. Es decir, el cambio no parece responder a un cambio en la tendencia ideológica de los electorados.
La Provincia de Buenos Aires y nuestra ciudad, Mar del Plata, no escapan a la lógica nacional, envuelta de un pragmatismo racional latinoamericano que llama poderosamente la atención. La tentación de reducir a bandos a los opositores a las ideas del que gobierna, cualquiera sea el color (y en Argentina tenemos todos los casos) son denostadas con virulencia.
Sin duda no todos los gobiernos progresistas de la región son iguales. Sí nos dice que, cadena uno con sus velocidades y ritmos, con sus improntas históricas y formas de liderazgo, deben lidiar con los mismos bloques de oposición.
Son estas oposiciones, con sus dinámicas de lucha, con una presencia cada vez más agresiva en las calles y una disposición a trabar los ciclos económicos de crecimiento y distribución, aún en los países donde los cambios son más moderados, quienes paradójicamente terminaron desmintiendo aquella idea de que existía una izquierda “moderna” y “responsable” y un “populismo trasnochado”. Todos parecen, mágicamente, convertirse en lo mismo cuando ciertos intereses son tocados.
Así las cosas, el que se alinea al ganador gana, pero el problema parece ser reconocer el caballo adecuado antes de que salga de la "gatera". Por lo pronto, el partido gobernante de Mar del Plata, de forma persona u orgánica ya eligió en donde se va a colocar de cara a las elecciones de Agosto y Octubre. La oposición, día a día, toma la otra esquina de este ring side virtual. La campana está por sonar, mientras que el péndulo, gane quien gane, sigue su inexorable recorrido.