EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta - sobre texto de Jorge Elbaum | 03-06-2015
Consumir
Una forma de vida
El reciente estudio realizado por el Observatorio Argentino de Drogas dependiente del SEDRONAR confirma que el flagelo más preocupante en cuanto a la ingesta de sustancias psicoactivas es el alcohol. Sin embargo la inmensa mayorÃa de los medios de comunicación hacen de la marihuana, las pastillas y los inhalantes el eje de sus campañas moralizadoras.
Frecuentemente las adicciones se asocian a la comercialización y el narcotráfico. Pocas veces se vinculan las sustancias con el ambiente social y cultural donde estos consumos se desarrollan. Las perspectivas más modernas de análisis en referencia a las adicciones reenvían la problemática a la lógica genérica del consumo.
El estudio se llevó a cabo entre estudiantes de la escuela media de todo el país, realizándose más de cien mil encuestas en tres mil centros educativos de enseñanza media. Los resultados del relevamiento muestran que el consumo más preocupante se relaciona con las actividades nocturnas de los jóvenes, conocidas como “previas” y coinciden con el consumo de sustancias legales. Sin embargo el foco comunicacional apunta a los excesos de sustancias como las pastillas, la marihuana y la cocaína.
Es sabido, en el mundo del marketing, que la "generación de agenda" consiste en lograr que se hable de aquello que se pretende que se visibilice. Pero también, lograr que se invisibilice –o que se oculte—aquello que se pretende sacar del debate público. La realidad de los consumos adolescetnes muestran que la mitad de los chicos de 14 años asumen haber tomado alcohol en el último años mientras que sólo el 15 por ciento de la totalidad de los encuestados (entre13 y 18 años en promedio) asumen el consumo de marihuana.
El subrayado informativo relacionado con las sustancias ilegales pueda estar escondiendo bajo la alfombra la pregnancia de una industria del consumo "legal" que arrastra con la cerveza, el vodka y el Fernet a miles de jóvenes a las guardias médicas de las salitas sanitarias, y a los comas alcohólicos de las antesalas de fin de semana. El relevamiento del SEDRONAR puntualiza que los tres consumos más significativos son el alcohol, las bebidas energizantes y el tabaco. El "pánico moral", repetido en las pantallas televisivas, sin embargo, se orienta hacia los consumos de sustancias ilegales generando una agenda prioritaria sobre lo epidemiológicamente menos traumático.
Mientras las previas se suceden en hígados aún débiles para las ingestas de hectolitros espirituosos, las campañas publicitarias de cerveza siguen siendo elegidas como las más reconocidas y exitosas. Desde la cultura de masas, además, se reproducen los modelos que asocian el alcohol, la alegría, la fiesta y el “encuentro”, sugiriéndose como un imposible el festejo, la risa y la seducción en forma ajena al consumo etílico.
Quizáses hora de preguntarse sobre la cultura que empuja a una vida de consumo: consumo de afectos, de tiempo, de sustancias, de visiones, de programaciones, de tiempo. El consumo que de alguna manera nos consume y nos convierte en esclavos de una carrera por consumir que pareciera no terminar nunca. ¿Están nuestros hijos, los jóvenes, atravesados por esta compulsión a consumir? ¿Hay mucha distancia –cultural-- entre el consumo televisivo, el indumentario y el de sustancias? O, mejor dicho, ¿hay una relación entre una madre que se desespera por consumir minutos de celular y un pibe que decide consumir alcohol en una "previa" que yo no es la previa de nada?
Preguntarse sobre los consumos hogareños y el dialogo persistente sobre el "acceso" a productos, servicios e informaciones aparece como uno de los interrogantes más relevantes relacionados con los consumos de sustancias. De alguna manera, las culturas hogareñas se encargan de poner en evidencia que “consumir” es parte de una cultura genérica donde las sustancias ocupan solo un lugar determinado pero al mismo tiempo dañino. Muchas investigaciones internacionales muestran que las adicciones están orientadas por la compulsión a vincularse con prácticas o productos capaces e darle sentido a lo cotidiano.
Quizás sea hora de pensar las sustancias psicoactivas como parte de una espiral cultural donde el “consumo# ocupa el lugar más pernicioso y adictivo.