EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta / Sobre texto de Sergio Wischñevsky para Télam | 16-09-2015
Hay una silla vacÃa
IronÃas de la vida
La vida de Fayt es la historia misma de uno de los grandes protagonistas de la llamada judicialización de la polÃtica argentina. Su renuncia como ministro de la Corte Suprema deja una saga de 32 años de permanencia en el cargo, algo que no registra antecedentes.
En 1983 el presidente electo Raúl Alfonsín lo nombró juez de la Corte Suprema de Justicia, nunca había sido juez, y llegó al cargo con 65 años. En todos los años transcurridos protagonizó todo tipo de eventos. Pero si hubiera que marcar una tendencia, una coherencia doctrinaria, podríamos decir que ha sido un fuerte militante del avance del Derecho sobre áreas cada vez más amplias, tal vez impulsado por esa vieja desconfianza hacia la política. En los primeros años democráticos votó con la mayoría para declarar la inconstitucionalidad de la ley que impedía el divorcio. En aquellos tiempos había una disputa en el Congreso que impedía aprobar una nueva ley matrimonial. En aquella jugada de la Corte, Fayt declaró: “Esta Corte que no rechazó el desconocimiento de los derechos electorales de la mujer, ¿mantendría esa postura si todavía hoy el legislador no los hubiera reconocido? Cuestiones que no hieren la sensibilidad de una época pueden ofender profundamente a la de las que siguen”, razonó Fayt en esa ocasión anticipando una postura que se repetirá: lo que los legisladores dejan en el vacío lo debe llenar el poder Judicial.
Tal vez el caso más paradigmático en el que quedó involucrado sea el fallo de la Corte que lleva su nombre “El caso Fayt”. Los constituyentes que redactaron la reforma Constitucional de 1994 fijaron como tope para los jueces de la Corte la edad de 75 años, a partir de los cuales debían jubilarse o buscar un nuevo acuerdo del Senado para seguir en el cargo. Como él ya tenía esa edad sintió que sus derechos habían sido vulnerados y comenzó una causa judicial que llegó a la mismísima Corte que en 1999 llegó al extremo sin precedentes de declarar inconstitucional una cláusula constitucional. La consecuencia de aquel fallo fue su permanencia en el cargo por casi 23 años más de lo que estipula el mandato constitucional.
Durante el menemismo no se alineó con la mayoría automática y mantuvo una independencia apreciable. En plena crisis del año 2001 se opuso a la pesificación de los depósitos bancarios y voto en disidencia cuando la Corte declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Su paso por el Tribunal lo tuvo (¿lo tiene?) como el gran promotor de que la Corte utilice a discreción, de oficio, el control de constitucionalidad, sin necesidad de esperar a que le llegue una causa. En el año 2003 ocupó la presidencia del tribunal por unos meses.
En los 151 años de historia de la CSJN Fayt ostenta el récord absoluto de permanencia con 32 años ocupando el cargo. Que no es lo mismo que ejercelo. Que no es lo mismo que honrarlo.