EDITORIAL | Autor: redacción | 25-12-2015
Poco espÃritu navideño
Lo que se ve
Tal vez sea una impresión personal o de quiénes nos rodean. Cada año parece lavarse un poco más el sentido religioso de una de las celebraciones centrales para los cristianos. Ejemplos sobran y nuestra ciudad no es una jaula de cristal, digamos, está inmersa en el aquà ahora. Ebrios, peleas callejeras, conductores alterados, basura arrojada indiscriminadamente, protesta de municipales, de recolectores de residuos. Un intendente entrante que putea al que sale porque no le dejó caja. Un intendente saliente declarando cosas desafortunadas. Feliz navidad, y "que Dios nos pille confesados", como dicen en la madre patria (España, por si quedan dudas).
Cada año parece diluirse un poco más el sentido religioso de la Navidad. A lo sumo se asume la celebración como una fiesta de “amor y paz”, con símbolos ajenos a su esencia, en medio de un desenfrenado consumismo. Se amplifican regalos o cenas exquisitas, más adecuadas al invierno nórdico. El eje religioso queda a un lado en su gran mayoría, cuando no, anulado por completo. Encima, la coyuntura política nos cubrió con un manto de intolerancia.
Consultas a personas comprometidas con el hecho religioso dicen que se parte de “una superficialidad, que se sustenta en creer en las fortalezas humanas olvidando a Dios o en líderes que se alejan cada vez más de lo que predican”. Así lo puntualiza el pastor Rubén Proietti en una entrevista.
Por su parte, el jesuita Ignacio Pérez del Viso invita a “descubrir valores que se fueron sumando con el correr de los tiempos. Sucede que las costumbres cambian y no reparamos en lo que se renueva: hace mil años no había pesebres”.
La diferencia, para la líder bautista, Silvia de Scialabba, es la incentivación del individualismo y en ver a Dios solamente como una “energía”. Para el sacerdote Pérez del Viso “a los creyentes nos abruma un Dios Todopoderoso, como si fuera un Juez Supremo, por eso se hizo pequeño para que pudiéramos tener a Jesús en nuestros brazos”.
El pesebre recuerda que es una fiesta cristiana. Empero, otros símbolos, como el árbol de Navidad, añade, “ayudan al acercamiento de no cristianos y no creyentes. Sus luces recuerdan la estrella de Belén. Los regalos significan que Dios quiso regalarse a sí mismo. La música es un eco del canto de los ángeles”. “Y podríamos -afirma por último- separar la mitad de nuestra cena para la que se ofrece en muchas iglesias a los de la calle, a los excluidos. Allí está el Pesebre que aún no terminamos de armar”.
Proietti, presidente de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), seguramente no está ajeno a la realidad nacional. Por decirlo en forma simple; a veces una palabra es más, tal vez lo único, que podamos oponer a tanta desinteligencia.