EDITORIAL | Autor: redacción | 14-04-2016
El picaporte
Tienen polÃtica los artefactos
¿Tienen polÃtica los artefactos? En las controversias acerca de la tecnologÃa y la sociedad, no hay ninguna idea que sea más provocativa que la noción de que los artefactos técnicos tienen cualidades polÃticas. Este pensamiento fue acuñado por Langdon Winner en 1983 y es perfectamente aplicable a la SecretarÃa de Educación de la Municipalidad de General Pueyrredón. En la puerta de entrada han sacado el picaporte del lado del ingreso para impedir que los docentes y el personal puedan ingresar, a menos que alguna persona le abra desde adentro, en donde se encuentra, atrincherada, la mediocre Secretaria de Educación, Ana MarÃa Corvetto, que escribe, tal vez, las páginas más tristes de la historia de la Educación Municipal, cincuenta y un años después de su creación.
Ana María Crovetto, aquella funcionaria de provincia corrupta que, en contuvernio con aquel Carlos Fernando Arroyo director de la Escuela Media 2, cajoneaba expedientes y nombraba a dedo a su querida en un puesto para el que era incompatible, es hoy la máxima autoridad de la Secretaría de Educación Municipal. Una persona impuntual, que ejerce la función con tiranía y despotismo, con claras intenciones de provincializar a la educación municipal, o sea, de convertirla en un aparato bucólico, ineficiente y timorato, tal como se observa en las escuelas pertenecientes a aquel estamento, es la responsable de la suspensión de los planes barriales que llegaban a miles de ciudadanos de nuestra querida Mar del Plata. Es la responsable del desmebramiento de las carreras de tecnicaturas superiores que se cursaban de forma gratuita en nuestra ciudad y que dependían de la órbita municipal, como una característica prácticamente única de los sistemas educativos.
Ana María Crovetto, la que le mete miedo a los subalternos, la que se niega a atenderlos y ejerce constantes malos tratos, la que encadenó el portón de garage de la Secretaría de Educación cortando la única vía de escape en caso de catástrofe, solo por capricho y por exhibicionismo de poder. Ana María Crovetto, la que cortó la continuidad de los servicios de Conectar Igualdad en escuelas municipales, impidió el ejercicio de la cultura democrática en diversas comunidades educativas y la que se ufana de que no le gusta recibir a nadie. La que cobra más de un millón de pesos al año por una tarea para la que no está preparada, ni técnica ni emocionalmente. La funcionaria dilecta de Arroyo, un señor mayor, que participó y participa de la rosca y la corruptela del sistema, sigue de pie, porque nadie la toca, aunque las quejas se escuchan en los cuatro puntos cardinales. Ana María Crovetto y los picaportes rotos, para no permitir el acceso desde el exterior.
No resulta sorprendente descubrir que los sistemas técnicos se encuentran profundamente entretejidos con las condiciones de la política moderna. Las organizaciones físicas de la producción industrial, la guerra, las comunicaciones, etc., han alterado de forma esencial el ejercicio del poder y la experiencia de la ciudadanía. Pero ir más allá de este hecho evidente y defender que ciertas tecnologías poseen en sí mismas propiedades políticas parece, a primera vista, algo completamente erróneo. Todos sabemos que los entes políticos son las personas, no las cosas. Pero nosotros ya lo sabemos y Langdon Winner ya dio cuenta de ello, en 1983; los artefactos ejercen la tiranía de las personas.