EDITORIAL | Autor: redacción | 01-06-2016
El mito es una señora de 90 años
Cumpleaños de la diva
Asà las cosas, el mundo ya no es lo que era. Marilyn Monroe cumple 90 años, el Muro de BerlÃn es un guiñapo lleno de escombros y nuestro paÃs no es más "el granero del mundo". Mar del Plata no es la Niza de Sudamérica; apenas si se trata de un rejunte "mediocre" (calificativo puesto por un no menos mediocre intendente Russak) conjunto de pobres y clase media que luchan porque en su barrio haya luz, cloacas y agua potable. Arroyo, un intendente que viene de aquella época donde éramos o pretendÃamos ser lo que verdaderamente sabemos hoy que no somos, se encuentra en la diatriba de un pasado que lo condena, un presente que lo denosta y un futuro que lo va a olvidar. "Aunque sea, la corrupción de antes o era glamorosa o tenÃa algo de reparto", nos dijo un funcionario cercano, el otro dÃa charlando en la vereda de la "Muni", al lado del Teatro Colón; que por cierto, tampoco es lo que era antes.
Marilyn Monroe, de verdadero nombre Norma Jean Baker (o Norma Jean Mortenson, apellido de su padrastro), nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, en el estado norteamericano de California. Para cuando murió (o se suicidó), en 1962, nuestro intendente tenía edad como para venerarla y recordarla: de seguro, una marca de su jóven corazón lleva su nombre. La década siguiente, aquella en la que los argentinos éramos, a decir de los calcos que se pegaban en los autos, "derechos y humanos", lo tuvo como funcionario de la Municipalidad, en alguno que otro conchabo. Fue la década del 80 la que lo instaló con algo de fuerza en la opinión pública. Como el caso de Marilyn, nunca se sabrá en que momento comenzó el mito.
Hoy, que vivimos de recuerdos, de un pasado que no fue pero nos gusta evocar, miramos el futuro con cierta desazón: por momentos sentimos que ganaron los malos. De todas formas, la tumba de Marilyn, aquella que en un relato ficcional Tomás Alva Negri veneraba, al punto de comprarse la parcela de al lado, nos recuerda que los mitos son sólo eso: un despojo de huesos que se pudren en una fosa, más o menos famosa.
El recuerdo, la ilusión de lo perdido, el amor y la contemplación quedarán para otro momento, en el que la realidad se acerque algo más a este conjunto de razones no tan prosaicas.